Si reflexionamos un poco, podemos ver que, en este tiempo que estamos viviendo, la mayoría de las frases que escuchamos empiezan con la palabra “No”: “No te toques la cara, no toques la barandilla en el metro, no compartas, no abraces, etc.” Estos “noes” ya los tenemos interiorizados y parece que han venido para quedarse. Tristemente nuestro lenguaje se ha vuelto más pesimista.
Lo peor de todo es que lo estamos transmitiendo constantemente y crea una atmósfera un tanto desesperanzadora, a lo que sumando la tristeza general por la situación que nos ha tocado vivir, podemos descubrir cómo el poder de las palabras nos afecta en el día a día.
Pero, en este año, he descubierto algo grandioso y que muchos adultos hemos pasado por alto: El lenguaje del amor, respeto y esperanza que transmiten los niños. Jesús en el evangelio de San Mateo 19:14 dijo: “Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: <<Dejen que los niños se acerquen a mí. No se lo impidan; porque el reino de Dios es de los que son como ellos>>.
Hay hermosas cualidades en los niños que debemos cuidar y ponerlas en práctica, sobre todo el amor y la sencillez de su corazón. ¿Alguna vez has visto cómo un niño después de haber sido regañado o castigado solo quiere sentirse cercano al padre o madre? Olvida rápidamente que le han regañado y corre a los brazos de sus padres.
De esta manera debería volverse nuestro corazón, encauzarse a lo esencial, a la vida. Perdemos mucho tiempo y personas valiosas por permitir que nuestro corazón se llene de resentimiento y de orgullo.
Algo que nos ha enseñado este tiempo de pandemia es que lo verdaderamente importante, los regalos del cielo ya los teníamos: La familia, salud, un hogar…
Por ello te invito a guardar tu corazón, perdona, ama ¡Este es el mejor lenguaje que podemos transmitir en este tiempo!
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” Proverbios 4:23
Deja a tu corazón llenarse de alegría, de amor, de positividad (que no positivismo) y compártelo con los demás teniendo cuidado de tu vocabulario. Permite que tú corazón vuelva a ser como el de un niño y deja que Dios lo llene de todo aquello que te llevará a ser feliz.