A los 17 años conocí a Jesús, en ningún momento ha sido fácil mantener la simetría, esa mesura que requiere el evangelio. Al emprender esta nueva y gratificante vida he tenido altas y bajas en mi fe, he luchado contra ofertas y comentarios que salpicaban mi relación familiar e intentaba trastornar mi autoestima, me sentía como un elefante en un trampolín, mi fe se balanceaba.
Pese a todo ello yo seguía adelante y en ocasiones pensé tener un pie fuera y otro dentro del camino del Señor todo debido a que mi compañera de clase del instituto me atacaba, me señalaba como ignorante, que vivía como una vieja, esa persona bella e inteligente quería convencerme de que yo era una cristiana insignificante porque no participaba de sus invitaciones. Yo oraba y entregaba mi asistencia a clase, a la fecha sigo en contacto con ella lo que yo no sabía es que quedé marcada y durante estos 30 años sentía
que algo oprimía mi interior acelerando mi pulso cada vez que pensaba en esa persona.
De repente mi amiga empezó a llegar más a mis oraciones, mi corazón quería salir del tórax y bajo esta presión entendí que mi corazón estaba manchado, repleto de ese resentimiento que se apodera de ti, que sacude tu cuerpo con fuerza de enojo profundo, persistente, arraigado y tenaz, pero que no te das cuenta que se llama rencor.
El rencor queda en ti, es invisible e indeleble, es la acción ofensiva de cualquier homólogo humano, y esta situación me estaba quitando gozo y luz. Me apoyé en oraciones enmarcando a mi compañera, no perdí la oportunidad de quebrar ese hielo de dolor con el perdón. Mateo 6:14-15 (RVR 1960) “porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.”
¿Qué es el perdón? Es disculpar una persona por una acción considerada ofensiva, denunciando a una venganza o reclamar un castigo optando por no tener en cuenta nada. Mateo 18:21-22 (RVR 1960) “entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.”
El perdón nos eleva a la comprensión empatía, no significa que olvidamos el daño, pero nos despeja de ese resentimiento que obstaculiza nuestra paz. Marcos 11: 25 (RVR 1960) “y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.”
Francia Álvarez
Proverbios (RVR 1960) 17:9 “El que cubre la falta busca amistad; mas el que la divulga, aparta al amigo.”