La Biblia presenta a Dios como “padre” de huérfanos y defensor de viudas (salmo 68:5-7), sin embargo, la gran mayoría de los creyentes muy poco hemos conocido esa faceta de Dios en nuestra vida personal. La relación que construimos con Dios es muy imparcial e indiferente, en un sentido porque está construida a base de la relación de manera inconsciente que hemos tenido con nuestros progenitores (quienes en gran medida han desfigurado el carácter de Dios como padre). La paternidad de Dios no es solo su amor por nosotros. Debemos cuidarla y hacerla crecer como lo hacemos con nuestros padres terrenales. Todo ello con una salvedad: Su amor es total, absoluto e irremplazable.
En segundo lugar; porque nuestra fe está basada en una religión muy ritualista (costumbrismo), y no en una relación personal.
La visión que tenemos de Dios, en todo caso, es como un creador poderoso, fuente de sabiduría, omnipotente, omnisciente y omnipresente. Verle a Él, como un padre común no es una idea cotidiana en nuestras mentes. Aunque la paternidad, es una idea con la que todos estamos muy familiarizados, y podemos proyectar nuestras expectativas o experiencias de lo que un padre ha sido, o debería ser, en nuestro Padre celestial.
Un niño que anhela tener un padre tiene dificultades para ver a Dios como alguien capaz de cumplir ese papel. Una niña que siente que tiene que triunfar en los deportes y en la escuela para ganarse la aprobación de su padre, puede ver su relación con Dios de una manera similar. Para otros, la palabra “padre” puede traer recuerdos de abuso o negligencia.
Dios no es un soberano impersonal y distante, sino un padre cálido y acogedor. ¡Qué trágico que una faceta tan hermosa del carácter de Dios a menudo esté manchada por las debilidades de los padres humanos!
Y ciertamente, el padre perfecto que anhelamos en nuestra infancia, es alguien de carne y hueso, que caminara con nosotros, que nos ayudara con los deberes, que nos hablara francamente de los cambios y las trasformaciones metamórficos del desarrollo, que nos abrazara, y en cierto modo que nos reprendiera y corrigiera cuando las cosas nos las hacíamos bien, y en muchísimas personas no fue así, creándose en el alma (en las emociones) un gran vacío. A partir de este punto, la vida del ser humano se convierte en el terreno fértil, aprovechado por Satanás para sembrar todo cuanto puede.
Campos emocionales abiertos por ausencia de paternidad
- Odio
- resentimiento
- Amargura
- Enejo
- Mal genio
- Ira
- Venganza
- Rechazo
- Inseguridad
- Ansiedad
- Depresión
- Sentimientos suicidas
Es impresionante el daño que causa la ausencia de padres en el corazón del ser humano, algunos no se reponen nunca, y bregan con eso por el resto de sus vidas.
Efectos negativos de la ausencia de un padre en la vida de los niños.
- Problemas de conducta o comportamientos
- Relaciones problemáticas
- Delincuencia juvenil/como consecuencia ir a la cárcel
- Trastornos emocionales/Desajustes psicológicos
- Compulsividad /e hiperactividad
- Bajo rendimiento académico
- Inestabilidad laboral
- Problemas de adicciones
- Mayor riesgo a la pobreza
- Incursión a la vida sexual temprana
- Embarazos tempranos
- Problemas de autoestima
- Problemas de identidad
Evidentemente hay ciertas excepciones, pero la regla general es que lamentablemente el impacto negativo que está dejando la ausencia paternal es una realidad comprobada en la sociedad contemporánea, y a medida que la familia va ampliando su componente se vuelve mucho más vulnerable a esta triste realidad.
Por tanto, la paternidad de Dios es un regalo que debemos querer y buscar, aunque ya sea nuestro. Es una relación que no puede ser unilateral. Está en nosotros el hacer crecer esa relación y ese amor.
Pr. William Rivera