“…concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su hombre Jesús” Lucas 1:31
A propósito de la celebración de estos días, en cierta ocasión leí la historia de un hombre ateo, en un día de Navidad. Ese día, en medio de una gran tempestad de viento y nieve, oyó las campanas de una iglesia en la que se anunciaba el inicio del culto. Desde su ventana, se dedicó a contemplar la pericia y esfuerzo de los fieles yendo al templo, sufriendo las inclemencias del tiempo.
Mirando desde su ventana se decía: están locos, son unos fanáticos… era evidente que no entendía el por qué de esa actitud de los cristianos sorteando la tempestad con tal de llegar al templo. Estando en ese monólogo interno, mientras continuaba mirando por la ventana, de pronto, un ave impulsada por el viento, chocó contra la cristalera de su ventana y cayó desplomada al suelo de la calle.
De igual manera, observó que algunas aves hacían lo mismo sufriendo el fatal desenlace de caer moribundas al suelo. Inquietado por esta fatalidad, decidió bajar a la puerta de su casa y con la escoba en sus manos trataba de advertir a las aves que no se acercasen a la casa pero, desgraciadamente, provocó más espanto y confusión en las aves. Mientras tanto, volvió a escuchar las campanas de la Iglesia y, fue entonces cuando entendió una gran verdad: si él pudiese hacerse ave les hablaría su idioma, se identificaría con ellas y las alejaría del peligro de chocar contra las ventanas.
En ese día de Navidad, ese hombre ateo, mediante esa sencilla experiencia, entendió que solo si Dios se hacía hombre, la humanidad podría entender el mensaje de Salvación. En realidad, captó la esencia del mensaje del Evangelio; la necesidad de la encarnación, el milagro de la concepción de Jesús en el vientre de María para que se pudiese cumplir el anhelo de Dios para que descendiendo al mundo pudiese darse a conocer y hablar a los hombres en su propio lenguaje y desde la misma condición.
Hoy vemos a muchos que contemplan la navidad desde la ventana de la incredulidad, sin entender la esencia del acontecimiento más importante de la historia. Vivir la navidad sin creer en el milagro ocurrido en el vientre de María, es quedarnos con el folklore, la cultura y la contemplación de una fiesta que no puede evitar que muchos hombres arrebatados por la fuerte tempestad del momento acaben perdiendo el rumbo de sus vidas estrellando su vuelo contra una ilusión, una falsa realidad reflejada en el cristal de un rumbo equivocado.
Qué milagro tan necesario y único para nuestra Salvación: Jesús, Dios hecho hombre. Si has recibido este mensaje, no dejes que ninguna tempestad, por dura que sea, impida que busques adorar a Jesús. Si, es una locura, pero bien merece la pena acudir a la Iglesia cuando suenan las campanas del mensaje del Evangelio.
Pr. Juan Carlos Escobar