Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. (Hebreos 12:1)
La vida es una carrera de fondo. No se trata de una corta carrera de velocidad, que en segundos está terminada, sino de una carrera larga, de una maratón, aparentemente interminable, llena de dificultades, necesitada del mayor de los esfuerzos, una lucha no solo contra el espacio a recorrer, sino aun contra el cansancio, la fatiga y el desánimo, el deseo terrible de abandonar.
En realidad la carrera dura todo el tiempo de nuestras vidas. En diferentes etapas, diferentes momentos y situaciones, pero hasta el final, hasta el último aliento.
Las Escrituras nos enseñan con todo lujo de detalles como hemos de correr.
La carrera debe discurrir por un camino correcto, ya señalado, y siguiendo unas reglas concretas. Exige una actitud, una disciplina, un abandono de los pesos muertos, una perseverancia yo diría incluso vehemente.
Y también el que no lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. (2ªTimoteo 2:5)
¡Jesús es el camino!. No hay otro trayecto que nos lleve a una meta segura. Es por eso que la Palabra nos invita a dejar nuestros caminos, a instalarnos en el Reino de Dios, y a correr. La única puerta es el arrepentimiento, el camino la obediencia, y la meta ¡Jesús!. ¡Puestos los ojos en Jesús!, nos aconseja el escritor de la epístola a los Hebreos en los siguientes versículos de este capítulo 12.
Teniendo en derredor nuestro… No solo tenemos el ejemplo, el testimonio, de Jesús, ya de por si único e incomparable, sino que en el capítulo 11 se nos relatan las carreras de hombres y mujeres que a lo largo de la historia, por la fe puesta en Dios, corrieron y alcanzaron la meta, como queriendo el Espíritu Santo decirnos; ¡ellos corrieron y lo lograron porque tuvieron fe, tú también lo puedes conseguir!.
He tenido la oportunidad de seguir largas carreras, marchas, maratones, y he observado un detalle. En determinados lugares hay mesas situadas estratégicamente, en las que hay lo que llaman avituallamientos, aguas, determinados alimentos, aun objetos, cuyo fin es ayudar a recuperar las fuerzas perdidas, a paliar la fatiga, a refrescar los cuerpos cansados y calenturientos, para recuperarse en la medida de lo posible y proseguir en pos de la ansiada meta.
¡Jesús es la puerta a la carrera de la vida, el camino y la meta final, y ha provisto además los avituallamientos necesarios!.
¡Él es nuestro avituallamiento!.
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y el poder de su fuerza. (Efesios 6:10).
Tú pues, hijo mío, esfuérzate (toma fuerzas, fortalécete…) en la gracia que es en Cristo Jesús. (2ªTimoteo 2:1) .
¡Dios en su gracia ha provisto todo lo necesario para la gran carrera de la vida, toma de aquello que necesites y a correr…!.
Juan F. Rodríguez Mimbrero