Hace apanas unos días hemos celebrado el día del amor y la amistad. Qué bonito es recibir detalles en una fecha especial, pero cuál es el verdadero significado de estos regalos. Qué es más importante, el contenido o el envoltorio, las intenciones o el regalo en sí. Cada una de estas reflexiones son válidas, pero el énfasis debe ser la expresión del amor. ¿Sabemos realmente amar? ¿Llamamos “amor” a cualquier muestra de afecto? ¿Sabemos recibir y dar amor?
Me gustaría relatar uno de los recuerdos que mejor ilustran lo que es recibir una muestra de amor incondicional en mi vida. Un día cualquiera, siendo yo pequeña, tuve una rabieta y decidí irme de casa. No pensé en las consecuencias, solamente quería mostrar mi enfado y hacer las cosas a mi manera. Una vez estuve fuera de mi casa, las primeras horas se me pasaron velozmente, pero a medida que me reflexionaba en qué podría hacer fuera de mi casa, o cómo podría sobrevivir estando lejos de mi hogar, me sentí defraudada. La euforia inicial se había disipado y quedaba un sabor amargo en mi boca.
Poco a poco dejé que mis pies se dirigieran a mi casa, pensando que me recibirían con unos buenos cachetes y palabras de reproche. Cuanto más me acercaba a mi casa, más nerviosa me ponía. Abrí la puerta lo más sigilosamente posible, con los sentidos alerta y expectante de lo que me esperaría en el interior. Allí estaba mi abuela esperándome. La miré a los ojos buscando una pista de cuál sería su reacción. Para mi sorpresa, en el momento en que ella vio mis ojos, su rostro se iluminó de alegría y de descanso, porque había vuelto a casa y estaba sana y salva.
Esa muestra de amor incondicional me ha acompañado durante toda la vida. No se encuentra un amor así todos los días, y aprender a expresar un amor tan puro nos lleva toda una vida de aprendizajes. Nos gusta recibir amor, pero también debemos aprender a ofrecerlo de una manera tan entregada y desinteresada.
Por muy maravillosa que haya sido mi abuela para mí, hay una persona que le gana en cuanto a ejemplo de amor incondicional. No sé si lo conoces, pero se llama Jesús. No esperaba nada de nosotros, y lo entregó todo a cambio. Aunque vivió entre nosotros hace más de dos mil años, su amor no caduca, está disponible para nosotros hoy, nos espera con los brazos abiertos, para darnos la oportunidad de conocer y disfrutar lo que es el verdadero amor.
No necesitamos buscar en más lugares ni en más personas que nos podrían fallar. Su amor está a nuestro alcance cada día de la semana, las 24 horas de cada día. No dudes, no tengas miedo de venir a su encuentro porque Él nunca te va a rechazar, y en sus labios nunca encontrarás palabras de reproche. Siempre que me he acercado a Él, nunca me ha defraudado.
Yorabel Jama