El fenómeno del volcán de Cumbre Vieja en la isla de la Palma, nos recuerda lo vital que resulta percibir que la tierra está viva, a pesar de la tragedia que sufren centenares de familias que han perdido sus casas, tierras y cosechas. Ver el volcán explosionar nos permite admirar el fluir de la lava. La sangre de un planeta que se mantiene vivo gracias al incandescente corazón de la tierra, cuyo núcleo se calcula estar a más de 6.700 grados de temperatura.
Muchos se empeñan en buscar el origen de la vida más allá del planeta tierra pero, sin embargo, saben poco de lo que hay en el centro de la tierra a más de 6.000km de profundidad. Ahí nadie ha llegado y, desde luego, nadie llegará. Sin embargo, si el fuego del interior de nuestro planeta se apaga, la vida en la tierra moriría. Los científicos han demostrado que la energía geomagnética de nuestro planeta se debe que el corazón de la tierra está latente y nos permite la vida al tiempo que nos protege de la amenaza de las tormentas solares que nos arrasarían si el núcleo de la tierra se enfría.
Todo esto me hace pensar de la importancia de que cuidemos nuestro corazón. La Biblia nos dice en el libro de Proverbios 4:23: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida”. Además, es muy interesante saber que la propia Escritura afirma que la vida del ser humano está en la sangre (Levítico 17:11). Por tanto, es vital prestar atención a lo que Dios nos dice sobre el corazón. De forma reveladora nos está diciendo que el núcleo de nuestra vida tiene que ver con mantener vivo el fuego de nuestro corazón. Así nuestra existencia se mantenga en la temperatura adecuada para nuestra felicidad.
Cuando pienso en la forma en que las personas percibimos la vida, me doy cuenta que sabemos muy poco del milagro de la vida. Pensamos en el corazón como algo mecánico. Sin embargo, Dios ha puesto algo más que un músculo en nuestro interior que permite el fluir de la sangre como algo meramente fisiológico. El corazón emite una “energía” imprescindible para nuestra subsistencia: el amor, que es la fuerza que todo lo mueve, todo lo soporta, todo lo cree…
El amor es la esencia de la vida, por eso, cuando un corazón está herido, abatido, cansado, amargado, corrompido o simplemente descuidado, nos damos cuenta que no podemos ser felices. Es entonces cuando, desde lo más profundo de nuestro ser, llegamos a la conclusión de que somos algo más que carne y caemos en la cuenta de que también somos alma y que ésta no es feliz si nuestro espíritu está frío, muerto.
Precisamente, en este punto llego a plantearte la necesidad de que entendamos que la vida solo es posible cuando Dios está presente en nuestra existencia. Vivir lejos de Dios nos mantiene fríos, muertos espiritualmente. Como un volcán apagado, muerto. Por eso, en el monte Calvario fue necesario que erupcionase el volcán del corazón de Dios ante una humanidad carente de esperanza. Jesús se sacrificó por nosotros y derramó hasta la última gota de su sangre para impartirnos de ese amor que es vida, salvación. Esa lava de esperanza inundó la tierra para reconciliarnos con Dios y despertar nuestro espíritu, sanar nuestros corazones a fin de que nuestra alma reciba no solo vida, sino vida abundante.
Recuerda, un día tu corazón dejará de latir y tu cuerpo se enfriará anunciando la muerte. El corazón de Dios seguirá latiendo en tu alma y en tu espíritu. Tu esperanza seguirá viva porque, en definitiva, el milagro de la vida no cesa con la muerte de tu cuerpo. Jesús dijo: “el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá (Juan 11:25) ¿Crees esto? Si lo crees, la fe en Jesús mantendrá viva tu esperanza y vivirás por el poder del amor que todo lo puede.
Pr. Juan Carlos Escobar