Vivimos tiempos de gran turbación como consecuencia de la pandemia. Las distintas restricciones, confinamientos, medidas de seguridad y las consecuencias económicas y sociales que estamos atravesando supone un gran estrés que amenaza a la salud emocional de muchísimas personas.
Según los datos que se conocen, el impacto de la pandemia ha incrementado en gran número personas con problemas de salud mental, o dicho de otro modo, con problemas emocionales. Es el caso de muchos sanitarios, servidores públicos, empresarios, padres, maestros… esta pandemia está poniendo al límite la capacidad de superación y la resiliencia de las personas.
Pero, además, el sistema de salud no da abasto para suplir tanta demanda que supone el hecho de que por cada 100.000 habitantes tengamos 3 psicólogos, con lo que supone un gran número de personas en baja laboral. Es más, se prevé que para el 2030 la mayor causa de baja por razones médicas será la depresión.
Entonces, ¿cuál es la solución a esta realidad tan cercana a cada uno de nosotros? Sin duda, creo que el apoyo de los facultativos es importante, pero está claro que no pueden abarcar a todos y tampoco pueden solucionar el problema de cuantos llegan a sus consultas. Con todo, la mayoría reciben ciertos paliativos (fármacos principalmente) que les ayuda a sobrellevar la crisis del momento pero no logran superar la causa que les ocasiona la intranquilidad o desequilibrio interior que están padeciendo.
En este punto, creo que debemos abrirnos a la fe como respuesta espiritual a un problema que radica en el alma. Jesús dijo: “no se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Evangelio de Juan 14:27).
Cuando Jesús habla del corazón, en el lenguaje bíblico, se refiere a nuestra mente, voluntad, pensamientos, emociones, intenciones, deseos… Así que, si el corazón está perturbado, desequilibra nuestra vida por razón de que se apodera de nosotros un estado emocional que altera nuestra manera de vivir y pensar hasta el punto de acabar dañados y dañando a los demás. De ahí que, con esta pandemia, todos percibimos un gran incremento de crispación social y familiar; más violencia, maltrato, inseguridad… la gente está “con los nervios a flor de piel”. Sin duda, necesitamos prestar más atención al corazón y atender al mensaje de Jesús: no se turbe tu corazón.
Pero ¿es posible tener control de nuestras emociones? No es fácil, pero es posible. Lo primero es que reconozcamos que nuestro corazón necesita creer. No todo es racional. El corazón es la esencia de nuestra vida y sin Dios el alma del hombre se hace vulnerable a los envistes de la vida. Es más, un corazón que no cree en Dios acabará invadido por la incredulidad, la autosuficiencia y al desprecio de los valores divinos que tanto se echan de en medio de esta sociedad cada vez más “progre” pero más insensible a lo espiritual.
Así que, si estás leyendo este artículo y buscas salud emocional, te invito a que creas en Dios, en Jesús. Él ha prometido dejarnos la paz (Evangelio de Juan 16:33), producto de nuestra reconciliación con Dios, consecuencia de reconocer que vivir lejos de Dios nos induce a pecar no solo contra Dios, sino contra nosotros mismos y nuestros semejantes. Es decir, que un corazón sin Dios se hace vulnerable a ser dañado, desequilibrado e invadido por el miedo. Por eso, tener fe aporta a tu vida la fortaleza espiritual necesaria para que en medio cualquier tormenta que puedas atravesar, Su Paz sea una realidad en tu vida.
Recuerda, Jesús te dice que puedes tomar el control de tu corazón. Pero si tu corazón no está sano, entonces, pide a Jesús que traiga sanidad a tu alma. Mira lo que dice la Biblia en el libro del profeta Jeremías 33:6 “yo traeré sanidad y medicina; te curaré y te revelaré abundancia de paz y verdad” ¿qué te parece? ¿Te atreves a creer en Dios, a invitar a Jesús que con Su Espíritu inunde tu corazón de paz?
Hoy te deseo paz en medio de la pandemia. Salud emocional, para un futuro seguro y sin temor.
Pr. Juan Carlos Escobar