“En un lugar muy muy lejano… La Tierra entera tiembla por causa de una pandemia global. Nosotros, que estamos acostumbrados a las redes y a las relaciones a distancia, pensábamos que no nos afectaría… Y en la segunda oleada varios de nosotros nos vimos retratados en el meme del tornado.”
Nosotros, los jóvenes, nos relacionamos mucho por Instagram, WhatsApp, etc. Las Redes Sociales son nuestra forma de comunicarnos y relacionarnos, eso es un hecho. Gran parte de nuestra vida cotidiana se da en mundos virtuales, en los que, según parece, nos sentimos mucho más cómodos y seguros que en la llamada realidad 1.0 y eso, en algunos casos más que en otros, puede haber debilitado nuestros vínculos familiares, los que, en teoría deberían ser los más cercanos. En este sentido, la crisis sanitaria del 2020 ha hecho que vibre un pilar vital de nuestra juventud actual: la familia.
En el mundo pre-covid19 (O lo que ahora llaman la antigua normalidad) los jóvenes disfrutábamos wasapeando, viviendo una vida para Facebook, Instagram, y moviéndonos en nuestros círculos sociales; siempre fue suficiente con sólo compartir el tiempo de la comida con la familia.
Cuando estábamos fuera nos dedicábamos a estudiar, trabajar, quedar con los amigos… y dentro de casa a chatear, jugar, y hacer otras actividades que dejaban en segundo plano a la familia. Pero, igual que en las películas de Marvel, el martillo de Thor vino, sin saber cuándo ni cómo, y con él nos trajo una cuarentena que ninguno nos esperábamos y lo que consigo traía…
No se podía salir de casa, las calles vacías, los bares y restaurantes cerrados, ni colegio, ni instituto, ni Universidad ni oficinas… Los selfies solos y en el mismo sitio no eran lo mismo, y entonces nos dimos cuenta de que las redes no podían sustituir a nuestros amigos de carne y hueso. Es triste, pero realmente ha tenido que pasar una desgracia de este calibre para que muchos levantaremos la cabeza de nuestros móviles, tablets y ordenadores.
El tornado se veía venir. Ya no estábamos en ese confortable mundo nuestro que nos refugiaba. Y ahora estábamos sin escapatoria, a la merced de nuestros convivientes, que, para entonces, en muchas, demasiadas ocasiones, se habían convertido en unos desconocidos (o quizás lo éramos nosotros). Sin embargo, pocos días hicieron falta para empezar a recordar lo que realmente significaba convivir en familia…
Si, es probable que en esos momentos de confinamiento no hubiese mucha paz dentro de casa, e incluso ahora, puede que las discusiones sigan siendo el pan de cada día. Se nos suma el estrés del cambio de vida, la “nueva normalidad” y la convivencia mucho más cercana que hasta ahora. Sin embargo, en medio de toda esta gran tormenta se puede distinguir un rayo de luz. En medio de la situación más extraña y surrealista que hemos vivido en nuestras vidas se acercan unas fechas en las cuales el mundo recuerda y celebra el nacimiento de un símbolo de la unidad y de la paz, de Jesús.
Lejos de pensar en alguien aburrido, a Jesús le encantaba pasar tiempo con toda clase de personas. Las escuchaba, y siempre enseñaba valores y lecciones con todo el amor. Y aquellos que decidían dar algo de espacio en su corazón a Jesús, encontraban un propósito, y recibían paz. Lo mejor de todo es que eso mismo 2000 años después, esa sigue siendo una realidad.
Teresa de Calcuta cuando recibió el novel de la paz, dijo “Para promover la paz mundial vete a casa y ama a tu familia”. Es posible que no siempre vayamos a estar riéndonos en casa, ni tampoco vamos a evitar discutir o no estar d acuerdo con nuestros padres o hermanos. Pero, “casualmente”, hemos empezado a escuchar más a nuestros familiares. Y, sí, entrecomillo el casualmente, porque considero que más que una casualidad es una causalidad. Más tiempo de calidad, mejores relaciones.
Sí, es posible traer paz al mundo, a nuestro hogar, amando a nuestra familia, creyendo que Jesús, aún en los peores momentos, puede traernos ese amor que unifica a la familia, así que no lo dudes, de todo esto hemos sacado algo enorme y más valioso que todos los seguidores, likes, y “amigos” del mundo. Porque (por regla general) ahora conocemos más a nuestra familia, incluso pensar en celebrar con algunos lejos, faltando en la mesa, se nos hace duro.
Y es que, al fin y al cabo, la familia, como institución, como apoyo, como símbolo de amor, es, sin duda, un precioso reflejo del mensaje de Jesús.
Felipe Escobar Bellshaw