Dentro de apenas unos días se celebrará el día internacional de la Felicidad. Qué interesante concepto este de la felicidad. Si concibiéramos la felicidad como un estado de completa estabilidad y bienestar sería completamente inalcanzable.
El concepto de la felicidad en sí mismo evoca un recuerdo de mi infancia. Mis padres viajaban mucho cuando yo era pequeña. Cada vez que ellos volvían de algún viaje, solían traerme un detalle, algún regalo pequeñito para demostrarme que durante el viaje no se habían olvidado de mí, sino que me tenían presente. Algunos de sus viajes llegaron a durar meses, cuando hablaba con ellos por teléfono me ponía contenta de escucharlos, pero, antes de colgar, siempre les preguntaba si ya habían escogido el detalle que me traerían. En cada llamada estaba presente esa pregunta.
Ahora bien, cuando íbamos a recogerlos al aeropuerto o cuando me los encontraba en casa esperándome después del colegio, me invadía una alegría que no podía explicar, de hecho, casi siempre lloraba de alegría. En esos momentos tan emotivos para mí, sintiendo los brazos de mis padres rodeándome, diciéndome lo mucho que había crecido mientras habían estado fuera, nunca recordaba el regalo, eso era lo último en lo que yo pensaba. Me quedaba tan emocionada de que volvieran, que el regalo para mí no era nada en comparación con tenerlos cerca.
Os comparto esta anécdota porque a veces en la vida escogemos fijarnos en los detalles y no en lo que es realmente importante. Ponemos nuestra atención en detalles que no son fundamentales, son totalmente ornamentales. Por ejemplo, recuerdo pasar la adolescencia deseando comprarme unas zapatillas determinadas. Son detalles que deben tenerse en consideración, pero no deben ser lo más destacado a lograr.
La felicidad, bien enfocada es tangible, es posible y está a nuestro alcance. Compartir amor con las personas que nos rodean, aprender a demostrar amor a nuestros seres queridos. Pequeños detalles que deberían hacer de nuestra existencia una fuente de felicidad, si no los consideramos cruciales para un bienestar presente y futuro, nos frustra, además de crear un sentido de insatisfacción constante. Si miramos nuestras vidas y vemos que no hay posibilidad de experimentar felicidad. Que todo lo que nos rodea no consigue proporcionarnos un ápice de alegría, entonces necesitamos ayuda urgentemente, y además, debe ser especializada.
Conozco a una persona que las emociones humanas las conoce mejor que nosotros mismos. Él nos ha creado y es capaz de comprender cualquier situación que nos esté rodeando. Su nombre es Jesús, Él nos entiende porque su grado de empatía es sobresaliente. Desea que nos acerquemos a Él para desahogarnos, y compartir nuestra tristeza, porque a medida de que compartamos con Él nuestra tristeza, Él es tan tierno y comprensivo, que las irá convirtiendo en alegrías. Cuenta con Él, puede ayudarte en medio de la tristeza, la depresión, el desasosiego, para Él no hay nada imposible. Te está esperando, no dudes en hablar con Él desde lo más profundo de tu corazón.
Yanina Lorenzo