Cuando abrimos las páginas de la Biblia, veremos en prácticamente todos sus libros un énfasis pronunciado sobre la compasión de Dios por los “pobres”, los huérfanos, las viudas y los extranjeros. En nuestros términos de hoy serían los necesitados, los vulnerables, los que han sufrido algún tipo de justicia social, los sin techos, los que están en riesgo de exclusión social, las víctimas de delitos, de malos tratos, de trata, de tráfico humano…y la lista podría seguir.
En el Salmo 68:5 dice que “Dios es el Padre de huérfanos y defensor de viudas”.
Además de esto Dios también se muestra como un juez justo. “Aprended a hacer el bien, buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” Is.1:17.
Por eso, no es extraño que Jesús fue conocido por pasar una gran parte de su tiempo con los “pobres”. No se refiere tanto a una situación económica, sino de estar en una posición desfavorecida en la sociedad. Por ellos Jesús sentía compasión, no pena, sino amor. Su mensaje era sobre aquellos que eran rechazados, ignorados por los demás y que no tenían un lugar en la sociedad de aquellos tiempos. Su mayor mensaje era Él mismo. Jesús no creó un departamento de ayuda social. Ayudar a los demás formaba parte de quien era y lo que hacía cada día.
La primera “iglesia” no fueron templos sino los discípulos y personas que decidieron creer y seguir a Jesús. No había rituales, tradiciones; aunque por ser judíos había ciertos hábitos y tradiciones que formaban parte de su vida cotidiana. Según podemos entender del Nuevo Testamento estos primeros creyentes tenían como prioridad ocuparse de los “pobres” asegurando que fuesen cubiertas sus necesidades y que fuese aceptados en la comunidad de la fe.
Con la Reforma Protestante en el siglo XVI, vino no solamente un cambio eclesiástico, con las 95 tesis de Lutero, sino también un cambio relacionado con la involucración social de la iglesia, que comenzó a estar presentes en la educación, hospitales y comedores sociales por nombrar algunas áreas.
Luego ya en el siglo IX, comenzaron a ver un nuevo despertar y sensibilización a la iglesia sobre la necesidad de estar presentes y mostrar la compasión de Jesús a través de personas y movimientos de misericordia. Uno de ellos que tiene un impacto social hasta el día de hoy es el de William Booth, (1829 – 1912), fundador del Ejército de Salvación, que hasta el día de hoy tienen hogares para niños, comedores sociales, Casas de Acogida y muchos otros servicios por todo el mundo.
Otra persona influyente en nuestra historia fue Henry Dunant, 1828 – 1859. Fue un cristiano al que impactó ver a los soldados heridos en una batalla entre Austria y Francia. Al ver esta situación algo le empujó a tomar acción y atender a los heridos: Su amor por Jesús. De allí comenzó esta organización ahora humanitaria tan grande mundialmente y tan necesaria en los tiempos que vivimos hoy.
Desde Sendero de la Cruz, entendemos que no podemos estar lejos ni desvinculados de las necesidades actuales de la sociedad. En este tiempo de pandemia que ha afectados sanitariamente, económicamente y también socialmente queremos estar siempre cerca de los que están sufriendo las consecuencias del virus que ha sacudido al mundo y ha causado tanto daño.
A través de las redes sociales, y el email, estamos a la disposición de atender a cualquier persona. Queremos seguir a este Jesús, que sigue con su mano extendida de compasión.
Pra. Fiona Bellshaw