La mujer del flujo de sangre, es la historia que se relata en Marcos 5:25-28 y Lucas 8:43. Ella padecía de hemorragias desde hacía 12 años, había gastado todo cuanto tenía, pero ningún médico había podido hacer nada por ella. Pero un día todo cambió.
Conoció al médico divino
¡0yò hablar de Jesús! podemos imaginar la apariencia de esta mujer cansada, desalentada, débil y desgastada después de 12 años padeciendo. En el antiguo testamento una mujer con flujo de sangre era considerada inmunda y repudiada. Era una ley puesta por Dios para los israelitas incluso la gente que la tocara sería impura (levíticos 15:19,33, la ley). Cuando Jesús vino a la tierra trajo consigo la gracia (Romanos 6:14,). También nosotras conocemos este sentimiento, el dolor de enfrentarnos a diferentes situaciones y tribulaciones sin esperanzas.
¿Y si en medio de nuestra tribulación pudiéramos tocar el manto de Dios?
A veces, por vergüenza a los demás o porque sentimos que no lo merecemos, no nos acercamos a Dios. Ella, en medio de su desesperación, su “fe” se activó. Dios utiliza nuestras circunstancias para que nuestra “fe” aparezca. Para tener trato con nosotras y dice la palabra que ella solo tenía un propósito, acercarse a Dios sin importar lo que dijeran los demás.
Que gran valentía, que gran acto de fe. Se hizo paso entre la gran multitud, seguramente la gente juzgándola y con malas miradas, pero ella tocó el borde del manto. ¡Quedó sana en ese mismo instante! Imaginaros la alegría y el gozo que ella debió sentir., Dios tiene poder para sanar nuestras carencias físicas, pero también las espirituales. ¡Es el Médico perfecto! y ese poder está a nuestro alcance ¡¡Atrévete a tocar su manto!!
Jesús la sana
Un gran poder salió de Cristo (Jesús noto que de él había salido poder) ¿Quién me ha tocado que de mi ha salido poder? dijo Jesús, él sabía que había sido esa mujer. Él quería que ella le contara sus preocupaciones, Dios lo sabe todo, pero a él le gusta escucharnos. Hermanas y amigas que leen este escrito, es Dios quien nos alcanza. Dejemos que su poder y su presencia fluya en nosotras. Debemos darle gracias a Dios por que en medio de la multitud él nos escogió a nosotras.
“Tu fe te ha salvado ve en paz”
Y simplemente con una palabra de su boca ella fue salva. El poder de su palabra es muy grande, tenemos que pensar que Dios creo todo lo que vemos con su palabra. Jesús iba con el pensamiento de ir a casa de Jairo, pero su corazón se estremeció por la necesidad de esta mujer. Jesús mostro la gracia que hoy vivimos. No la regaño si no que le dijo “hija mía” con mucho cariño y amor. Después la elogia y le dice ¡¡hija ve en paz tu fe te ha salvado!! No tengamos miedo. Dios esta impaciente por que nos acerquemos a él para escucharnos, sanarnos y darnos todo el amor y cariño incondicional que siente por nosotros (Juan 3:16).
Yesica Fernández Santiago.