Sendero de la Cruz

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Si a alguno de nosotros el año pasado, a estas alturas, nos hubiesen dicho que nuestras relaciones iban a cambiar y los abrazos iban a pasar a ser un bien escaso seguramente no nos lo hubiéramos creído. Si nos hubiesen dicho que las Navidades íbamos a celebrarlas separados de muchos de nuestros familiares y amigos, con toque de queda y tras haber pasado meses encerrados en casa, seguramente hubiéramos pensado que nos estaban hablando de un libro de ciencia ficción.

Podríamos seguir hablando durante horas de todas las fatalidades y extrañezas que han rodeado este 2020, y sin embargo, también deberíamos hablar de todos aquellos momentos que nos han asombrado.  Los que nos han llenado de alegría y nos han sorprendido tanto por haber descubierto de nuevo la bondad del ser humano.

Es cierto que han habido demasiados cambios, dificultades y momentos duros y críticos. No vamos a obviarlos. Muchos son los que nos han dejado, los que han sufrido de esta terrible enfermedad que es el Covid19. Algunos (demasiados) siguen sufriendo las consecuencias, pero también podemos dar gracias por muchas otras cosas. Las relaciones son unas de estas cosas.

Ahora conocemos el nombre de nuestros vecinos, de los camareros y dueños de restaurantes y bares, tiendas de alimentación o básicos de nuestros barrios. Ellos han estado todo el tiempo al pie del cañón, ocupándose, sobre todo, de no dejar desabastecidos a los mayores y a los más necesitados.

Han habido momentos de esos que te ponen la piel de gallina. Cuando en las noticias veíamos como los más jóvenes se ofrecían, de corazón, a hacer la compra para los que tenían más peligro de contagio. Esos mayores a los que, con demasiada frecuencia, hemos dejado de lado porque nuestro egoísmo nos hacía dedicar más tiempo a nuestros amigos y tiempo libre.

Hemos visto a Policía y Guardia Civil, a Bomberos, cantar cumpleaños feliz a niños y ancianos que estaban confinados en sus domicilios. A médicos y enfermeras trabajar más horas y con más esfuerzo que nunca. Taxistas y conductores de coches y camiones dando el 100%. Sobre todo, hemos estado atentos a ayudar a quienes más podían necesitarlo, ya fuera perdonando el alquiler de la casa, llenando la nevera, o estando atentos a las paredes si había algún riesgo de violencia.

“El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en maderos de aguas; en la morada de chacales, en su guarida, será lugar de cañas y juncos”. Is 35:7 o lo que viene a ser lo mismo, en medio de la oscuridad veremos la luz. En medio del dolor saldrá la bondad, y podremos alegrarnos al ver que, aunque nos costará creerlo, en el mundo no todo es maldad.

Tampoco es cuestión de engañarnos a nosotros mismos y decir que el ser humano se ha vuelto bueno de pronto. Ni que el COVID ha acabado con los problemas. Ojalá fuera así, pero nada más lejos de la realidad. Quedan muchos ancianos abandonados, hay más paro y hambre que nunca, la crisis toca un porcentaje enorme de familias en todos los países del mundo. La violencia (dentro y fuera de los hogares) la trata de personas, las violaciones, asesinatos… siguen llenando las noticias del día y, aunque no lo hicieran, seguiría pasando.

Tal vez sea el momento de reflexionar y decidir qué es lo que queremos hacer. Dios tiene la respuesta, nos llama a la puerta, nos habla al corazón, está en nuestras manos tomar la decisión y seguir el camino más adecuado. Puede que no sea fácil, pero seguro que sí que será mucho más satisfactorio. Y, de todas nuestras relaciones, con Él, será la mejor.

P.