Vivimos una existencia de vientos cambiantes. Las circunstancias cambian a menudo y esto afecta a nuestros estados de ánimo. Trabajo, desempleo, enfermedades, momentos políticos, deportivos, relaciones de pareja, amistades y un largo etc. cambian, y esto nos invita a la incertidumbre o incluso al miedo.
En el capítulo 6, versículos 1 al 3 del libro de Isaías se nos dice; “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban.Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”.
El reinado de Uzías había durado, según nos dicen las Escrituras en el capítulo 26 del segundo libro de Crónicas, 52 años y había sido un tiempo de prosperidad y victoria para el reino de Judá, salvo un problema personal del mismo Uzías, al final de su reinado, y que podéis leer en ese capítulo, se puede catalogar como un buen reinado. Quizás, y esto es una conjetura, el mismo profeta Isaías se comenzó a preguntar que pasaría después de la muerte del rey, ya que no todos los reyes de Judá e Israel trajeron a ambos reinos tiempos de victoria, paz y prosperidad, sino todo lo contrario, épocas de ruina y corrupción.
Es quizás por esto que Dios se revela al profeta, y se muestra en su poder y gloria, como queriéndole decir que El no cambia, que El está permanentemente sentado en su trono, y todo está en sus manos y no a merced de los cambios que puedan ocurrir.
Es un conflicto a resolver por parte del creyente entre lo relativo, lo temporal de nuestras vidas, y lo absoluto, lo eterno de Dios. Lo finito de nuestros planes y lo permanente de los planes divinos. Pablo nos dice, en 1ª Tesalonicenses 4:13, que no nos entristezcamos como aquellos que no tienen esperanza. Fijar nuestra miradas en las olas nos lleva a hundirnos en ellas, como le ocurrió a Pedro. Solo Jesús, el Dios inmutable, quien es el mismo ayer, hoy y siempre, nos puede salvar.
Ante la pregunta llena de dudas y temor de que será de mi, veamos a Dios sentado en su trono de gloria teniendo cuidado de nosotros.
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?. (Romanos 8:32).
Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo… (Filipenses 1:6)
Alzaron los ríos, oh Jehová,
Los ríos alzaron su sonido;
Alzaron los ríos sus ondas.
Jehová en las alturas es más poderoso
Que el estruendo de las muchas aguas,
Más que las recias ondas del mar. (Salmo 93:3-5)
Juan Francisco Rodríguez Mimbrero